Negocio para Chile
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Chile lleva explotando el litio con fines industriales desde mediados de los ‘80. De acuerdo con cifras de distintas fuentes, e independiente del precio, entre 2012 y 2023, el Estado recaudó más de US$ 7,3 millones por arriendo de las pertenencias mineras estatales en el Salar de Atacama, impuestos a la renta, patentes y gravámenes específicos aplicados a las operaciones de Albemarle y SQM.
Hoy, este mineral tiene un estatus crítico para la transición energética y su relevancia se volvió más evidente durante la gira presidencial, donde potencias tecnológicas como Alemania mostraron interés por colaborar con Chile en el desarrollo de aplicaciones para baterías. Ese mismo interés es el que tiene China detrás de Tianqi, que sigue enfrascada en una disputa con SQM por el acuerdo con Codelco, lo que solo tensiona el clima de negocios.
El litio tiene un estatus crítico para la transición energética y su relevancia se volvió más evidente en la gira presidencial.
El Gobierno ha resuelto un modelo de asociación público-privada, expresado en el RFI (Request for Information) para la exploración y explotación de 26 salares en los que privados podrán asociarse con el Estado. Lo que resta ahora es recuperar la competitividad perdida, tras ver a Australia ubicarse como principal productor.
Si confiamos en el plan del Gobierno para cerrar los primeros Contrato Especiales de Operación de Litio (CEOL) a principios de 2025, podríamos aprovechar una ventana que no tiene que ver tanto con los precios, sino más bien con la oportunidad de copar la demanda de los gigantes industrializados que se disputan el acceso al metal.
Pero debemos poner atención a las trabas en dos temas clave: la oposición de las comunidades indígenas y grupos ambientalistas, y el rol del Estado en el otorgamiento de permisos y en la concreción de los CEOL. Se espera de Chile un abastecimiento fiable y una producción sostenible, por lo que sería lamentable que la burocracia se “diera gustos” imponiedo exigencias sobrevinientes a los proyectos, que el Estado no colabore en allanar el camino con las comunidades originarias y grupos agitadores, o que no se restablezca un buen clima de negocios en torno al litio. Este tipo de oportunidades ya las hemos visto con el salitre, el cobre o el hidrógeno, por lo que no podemos perder de vista que se trata de un negocio para Chile y en eso todos debemos colaborar.